Por una escuela que enseñe y socialice
En defensa de la constitucionalidad de la Ley Wert, el Tribunal
Constitucional avala la ponencia redactada por el Magistrado Alfredo
Montoya, gracias a la mayoría conservadora de éste, tumbando así el
recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el PSOE.
Vaya por delante mi respeto hacia el
fallo del TC pero me resulta inconcebible que este modelo de enseñanza,
que vulnera el principio de igualdad que debe prevalecer en nuestras
aulas, se sostenga con fondos públicos.
De esta manera, los centros públicos que
segregan a su alumnado por razón de sexo seguirán beneficiándose de una
financiación pública…y sí, en pleno siglo XXI, colegios con semejantes
actitudes, continúan alimentando estereotipos sexistas incompatibles con
el principio de igualdad y afianzan la discriminación por razón de
sexo, aunque el artículo 84 de esta Ley, en su apartado 3 señale que no
constituye discriminación la admisión de alumnos y alumnas a una
enseñanza diferenciada por sexos.
Centros educativos que no responden a
un modelo de igualdad real y por tanto manejan un concepto de sociedad
alejado de la diversidad, actitudes, que a mi parecer, se distancian de
una visión constitucional en la que se consagra la no discriminación por
razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión.
Un modelo pedagógico instaurado en 219
centros educativos de nuestro territorio nacional, de los cuales una
treintena de ellos están vinculados al Opus Dei. Centros, que abren sus
puertas a casi 24.000 alumnos y alumnas que más allá del mero
aprendizaje académico ven mermadas las posibilidades de adquirir valores
y normas de convivencia coherentes con ese entorno inmediato llamado
sociedad, creando un mundo distinto al nuestro en sus propias aulas
donde no se les prepara para convivir desde la diversidad.
Aulas compuestas de ciudadanos y
ciudadanas del mañana en las que la coeducación no tiene cabida, alumnos
y alumnas que ven limitada su capacidad para conocer con detalles las
realidades y las diferencias entre hombres y mujeres para desde el
conocimiento, desarrollar un proceso de educación igualitario,
tolerante, equitativo y no discriminatorio, asumiendo desde edades
tempranas que todos y todas debemos beneficiarnos de los mismos
derechos. No olvidemos que desde la escuela, como agente de
socialización por excelencia, tenemos la obligación moral de romper con
esos estereotipos y roles de género para lograr una sociedad no sexista.
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Viñeta de Eneko de las Heras |
Supone un error en toda regla educar en distinción de sexo cuando lo
realmente importante es hacerlo desde la diferencia individual y el
respeto hacia la misma, atendiendo a otros factores como los verdaderos
causantes de la cifra de fracaso escolar que nos arroja la última
edición del informe PISA (Programa para la evaluación Internacional de
los alumnos). Y digo esto porque me parece una soez escusa que uno de
los argumentos a favor de este tipo de educación radique en el hecho de
las diferencias de aprendizaje o incluso cognitivas en función del
género. El éxito de la educación o en su defecto el fracaso, se
alcanzará a través de condicionantes o variables como la inteligencia,
la motivación, el nivel madurativo, el interés, etc…residiendo éstas en
las personas con independencia de su género. De ello pueden dar buena
cuenta países como Finlandia, Dinamarca o Suecia entre otros cuyos
niveles educativos son una referencia a seguir, en los que la educación
diferenciada es prácticamente inexistente.
Separar atendiendo a la diferencia por
razón de sexo es discriminar, sucumbiendo así al prejuicio de género tan
ansiado por conservadores nostálgicos anclados en valores tradicionales
que nos hacen retroceder a décadas pasadas.
Una sentencia, que desde el debido
respeto, me atrevo a tildar de ideológica, ya que es evidente que viene
impregnada de valores rancios y obsoletos.
Así que sí, seguiremos manteniendo con
nuestro dinero público a esos centros que además de segregar por razones
de sexo, también lo hacen por nivel socioeconómico, ya que según
recientes estudios llevados a cabo en la Universidad Autónoma de Madrid,
ponen de manifiesto que España ocupa la sexta posición en el ranking de
la Unión Europea con mayor segregación atendiendo a esta razón.
En plena vorágine en torno al debate que
suscita en el congreso la posibilidad de un pacto educativo, la
educación pública, la de todos y todas vuelve a sufrir una sacudida que
nos dificulta el camino hacia la tan demandada igualdad.
Desde el absoluto convencimiento,
apuesto por una escuela mixta como aquella capaz de construir en pro a
una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres, desde la cual
abanderemos valores no sexistas ni segregadores que formen parte de
nuestra identidad democrática.
Mercedes Vega Pérez, maestra de Audición y Lenguaje
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