“¿El cerebro tiene sexo?”. Una clase científica de igualdad
Cien niños y niñas en una clase. Diez menos cuarto de la mañana.
Están expectantes. De un proyector sale una mariposa con un ala blanca y
otra negra. En la pantalla gigante, junto a la mariposa, se puede leer
este título: “No es mi cuerpo, sino tu mirada”. Y un subtítulo: “Bases biológicas de la determinación sexual en humanos”.
La catedrática de Genética de la Universidad de Sevilla Isabel López
Calderón está a punto de comenzar una charla en el CEIP Tomás de Ybarra,
en Tomares. Es mujer. Es científica. Ningún alumno ni ninguna alumna
muestra sorpresa por ello. “En nuestra época había muy pocas niñas
estudiando y muchas otras que quisieron hacerlo no pudieron por el mero
hecho de ser niñas”, dice la directora del colegio, Lola Urbano, al
presentar a la conferenciante. Es una de las charlas impulsadas por la iniciativa 11 de febrero, que organiza actividades para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia en España.
El objetivo es dar visibilidad a las mujeres científicas y fomentar el
interés de las niñas por la ciencia y la tecnología como una manera de
contribuir a cerrar la brecha de género que actualmente existe en el
ámbito científico. Porque existe.
Algunas
cifras. Según los datos del personal contratado del CSIC de 2016, un
58,06% de mujeres comienzan la carrera de ciencia como personal
investigador en formación frente a un 41,94% de hombres. En la
investigación postdoctoral, el 56,38% son hombres frente al 43,62% de
mujeres. Entre el profesorado de investigación, el 75,16% son hombres
frente al 24,84% de mujeres. En la universidad, solo el 21% de las cátedras en áreas como ingeniería y tecnología, agricultura,
medicina, ciencias sociales y ciencias naturales están ocupadas por
mujeres. “Esta semana hemos dado los primeros pasos para constituir una comisión de igualdad en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo,
dependiente del CSIC, la Universidad Pablo de Olavide y la Junta de
Andalucía”, explicaba momentos antes de la charla Gloria Brea, profesora
de Biología y miembro de la iniciativa 11 de febrero. Una semana antes
había participado con alumnas del Grado de Biotecnología en una mesa redonda en
el mismo colegio, donde expusieron a los alumnos y alumnas de 5º por
qué querían ser científicas y estaban estudiando para ello. “Yo les
hablé de mi investigación en mitocondrias y sobre enfermedades raras”,
resume. En su centro de
investigación, las mujeres representan aproximadamente el 78% del
personal de administración y técnico, el 65% del personal predoctoral,
el 48% del postdoctoral y solamente el 15% de los investigadores
principales. “Y esta distribución no se da solo en mi centro, es más o menos generalizada”, añade.
“Empezamos,
yo no voy a hablar de mí, voy a hablar de genética”, comienza la
catedrática López Calderón. “¿Veis esta mariposa? La mitad es macho y la
mitad es hembra. No existe el blanco y el negro, el rosa o el azul…
Entre el blanco y el negro o el rosa y el azul hay muchos colores
intermedios”. Y cuenta, a continuación, la historia del niño de María,
que transcurre en un hospital. “Todos están esperando en la sala a que
salga la enfermera del paritorio y diga: ha sido niño o ha sido niña. Pero la enfermera sale y dice que no saben si es niño o niña.
¿Y por qué no se alegran? Si ha nacido perfectamente, con todos sus
órganos, completo, es un milagro maravilloso… Es un follón lo que tiene
que ocurrir para que todo salga perfecto, un follón ordenado. Pero como
no sabemos si es niño o niña, no nos alegramos. Os cuento esto porque
hay casos que no se ajustan a lo estándar, a lo que consideramos normal.
Y tenemos que ser tolerantes”.
La
profesora explica las diferencias entre hombres y mujeres desde la
ciencia. Habla de ADN, de genes, de cromosomas, de proteínas, de
células, de hormonas… “¿El cerebro tiene sexo?”. “Sí”, responden.
“Hay un sexo biológico y un sexo conductual. Las conexiones neuronales
son distintas en los hombres y en las mujeres, distintas, ni mejores ni
peores. Y las hormonas influyen en esas conexiones”. Y naturaliza,
también desde la ciencia, las mutaciones. “La palabra mutante no nos debe asustar. Yo soy mutante. Y tú también”,
le dice a una chica que, como ella, tiene los ojos azules. “Algunos
podemos doblar la lengua y otros no. A ver”. Una niña muestra sus
habilidades: la tuerce y la lleva hasta la nariz. Un niño lo intenta
pero no le sale. La compañera de al lado también fracasa. “Las personas
pelirrojas también son mutantes y nadie piensa que eso sea un problema”,
continúa. Y, sin embargo, concluye, no asumimos que el niño de María
tenga genitales intermedios, producto también de una mutación. En las
sillas, se miran unos a otros y surgen preguntas sobre múltiples
combinaciones de los cromosomas X e Y. Quieren saber más.
“Estas
condiciones intermedias o de conflicto entre distintas definiciones de
sexo o género afectan a una población muy limitada pero estas personas y sus familiares sufren mucho debido a la exclusión o el señalamiento de que son víctimas”,
insiste la profesora ante la avalancha de curiosidad. Y vuelve al
mensaje. “Ateniéndonos solo a la cuestión biológica, ¿es realmente
necesario que clasifiquemos a una persona como varón o mujer y así
imponerle cómo debe comportarse en todas sus facetas de la vida?
Realmente, esta categorización dual es arbitraria y cómoda para la
administración pero no es absoluta y la ciencia no la avala”, explica la
catedrática. “No es fácil cambiarse el nombre, porque esa es otra. Está
también el sexo legal”.
Quieren
hacer más preguntas, pero tienen que continuar con la siguiente clase,
la que marca el horario escolar. Aplauden con fuerza. La próxima semana,
una informática dará una charla sobre robótica. Probablemente, no
reparen tampoco en que sea una mujer. Pero quizá contribuya a normalizar ese mundo multicolor frente a los opuestos azul y rosa.
Aquí puedes consultar todas las actividades programadas por la iniciativa 11 de febrero.
Artículo de Olivia Carballar en lamarea.com: "¿El cerebro tiene sexo?. Una clase cienfítica de igualdad
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