El ejercicio de la democracia en los centros de enseñanza
Llega el tiempo del asueto... Buscar sombras para huir
del calor y el agua fresca del botijo, son dos constantes lógicas de
esta época estival.
Profesores y alumnos hemos
dejado las aulas aunque de una u otra manera, seguimos cargándonos de
energías para el septiembre que llegará más pronto que tarde. Toca
reflexionar sobre lo sucedido en los meses pasados y sobre todo, es
necesario hacer una lectura crítica y constructiva de lo que podemos
mejorar como docentes comprometidos en una comunidad educativa tan
denostada por los políticos de turno.
Este año
tocaba elecciones a la Dirección de algunos Centros en Ceuta, proceso
que se lleva a cabo cuando termina la legislatura del equipo directivo
saliente (cada cuatro años). Siempre me he
preguntado por qué en nuestra ciudad los cargos se repiten año tras
año...y cuál es el extraño motivo sobre la falta de nuevos candidatos
para ocupar puestos directivos de responsabilidad... ¿Favorece
la Administración esa eterna permanencia? ¿ Es la falta de proyectos
nuevos lo que lleva al inmovilismo? ¿No hay un compromiso docente por
elaborar estrategias directivas distintas?
Este
año, tras serias discrepancias con la Dirección del Siete Colinas,
decidí echarme al ruedo y comprobar bajo mi propia experiencia, cuál
era el motivo de la inacción a la hora de diseñar un Proyecto de
Dirección distinto al que se nos había ofertado durante ocho años. Comencé
a indagar en la legislación pertinente y allí me encontré los primeros
escollos: cinco años de funcionario de carrera, estar en posesión del Curso de Acreditación a la Dirección de Centros (este año no era
obligado), presentar un proyecto que sería valorado por un tribunal (compuesto por tres inspectores, un representante del Claustro y otro
representante del Consejo Escolar), y, finalmente, una vez aprobado el
proyecto, un concurso de méritos en el que se prima la experiencia en
cargos directivos.
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Viñeta de Ferrán Martín en el diario republica.com |
Frente a las circunstancias
reseñadas, complicado quedaba el asunto para competir en igualdad de
oportunidades, pues el escollo de los méritos cerraba objetivamente las
puertas a la posibilidad de conseguir que la aventura terminara con
éxito. Alentado por un compañero, nos pusimos manos
a la obra: innovación, propuestas de mejora, calidad educativa y un
largo etcétera de ilusiones diseminadas en muchos folios y algunas
tardes frente al ordenador. Me entrevisté con
treinta y cinco compañeros durante dos largos meses en los que la
noticia de mi posible candidatura corrió como un reguero de pólvora por el instituto y por los corrillos docentes de nuestra ciudad. Sólo
conseguí el compromiso de dos compañeros, cuatro me dijeron que tenían
que pensárselo y treinta me dieron un NO rotundo por causas de todo
tipo.
Faltando días para presentar el proyecto, una
de las compañeras que en un principio estaba dispuesta a formar parte
del equipo, me comunicó que no se encontraba preparada para comenzar
este viaje con las alforjas que contábamos. Fueron
estos meses más propios del realismo mágico que de una confrontación
democrática de ideas para mejorar todos los asuntos que realmente
importaban. Eché en falta la mano amiga de la
Dirección, la confrontación de los programas, la motivación de la
Dirección Provincial, la visita de los inspectores, la participación del
claustro, el AMPA, los alumnos, el Consejo Escolar... en este tipo de
elecciones.
Encontré silencios circunspectos y
cariacontecidos, malestar tácito en algunos compañeros y autoridades
académicas de mi Centro (al menos, así lo percibí subjetivamente).
Visto
lo visto, pensé en la idea democrática de los griegos: sus candidatos
vestidos de blanco (símbolo de la pureza), el pueblo participando en el
ágora con sus preguntas... Platón decía que la peor injusticia es la
justicia simulada y yo, que no soy Platón ni aspiro a ello, pienso que la
peor democracia es la democracia secuestrada por el pueblo, que se
autocensura y mira para otro lado cuando hay que resolver los problemas
de la Polis.
Desde esta tribuna le deseo la mejor
de las suertes al equipo directivo entrante y les invito a que hagan de
la crítica un ejercicio dialéctico de libertad; de esta guisa,
mejoraremos entre todos el statu quo que nos ocupa.
Carlos Antón Torregrosa
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