¿"Desaprenden" los niños en verano?
Sumergidos en pleno verano, a pocos días de que terminen
los campamentos de verano con los que los colegios tratan de aliviar a
los padres en el largo estío escolar, llega el abismo de agosto para los
pequeños y las dudas para los padres. ¿Qué debo hacer con mi hijo este
mes y medio que resta hasta que empiece el colegio? ¿Debe estudiar
durante el verano aunque haya rendido satisfactoriamente durante el
curso escolar? ¿Es bueno mantener el hábito del trabajo, o preferible
una desconexión total? ¿Se desaprende durante estos dos meses de
actividad?
Una primera respuesta rápida y muy
generalizada es que sí, según opinan los expertos consultados. Es
conveniente dedicar un rato al día a hacer algún tipo de actividad
relacionada con el ámbito escolar. "La rutina escolar hay que romperla,
pero es un error no hacer nada, independientemente del nivel y
rendimiento educativo", resume Covadonga Ruiz de Miguel, profesora de la
Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Fundación Europea
Sociedad y Educación. Menos acuerdo hay respecto a qué tipo de
actividades son más convenientes.
La literatura
académica al respecto revela que dos meses de inactividad con todo lo
relacionado con el estudio provocan una cierta pérdida de lo aprendido.
"Y hasta un mes y medio", apunta Ángel Casajús, vocal de Educación de
Colegio Oficial de Pedagogos de Cataluña (COPEC). Un estudio publicado en el American Educational Research Journal
también alerta de que el diferente uso que hacen del periodo vacacional
las familias en función de su nivel socioeconómico puede influir en el
rendimiento escolar posterior y aumentar la brecha educativa entre unos y
otros.
Entre lo reglado y lo lúdico
"El
verano es una época maravillosa, supone una ruptura con la realidad
cotidiana de los otros nueve meses para niños y mayores", relativiza
Francisca Majó, psicopedagoga que ahora dedica sus esfuerzos al
colectivo Infancia tras toda una vida dedicada profesionalmente a la
educación infantil. Majó defiende que si bien es importante realizar
algún tipo de actividad, esta tiene que estar claramente diferenciada de
las rutinas escolares. "¿Qué es eso de
hacer deberes? No tiene mucho sentido coger un cuaderno y empezar a
llenar actividades, son cosas que no tienen nada que ver con la vida. El
gran deber es descubrir, captar, expresar", explica.
Para Majó el verano es más sensorial que material. "El estudio también es descubrimiento, observación, experiencia. Y el verano favorece la actividad, el contacto con la naturaleza, ir al pueblo, vivir experiencias nuevas, cosas desconocidas, practicar todo lo que no se puede hacer durante el curso. El clima favorece que se puedan hacer estas actividades en contacto con la realidad", argumenta. Lo cual tampoco es óbice para que no se trate de poner un cierto orden en todo este aprendizaje. "Sí es importante al final del día sintetizar, recoger lo importante del día. Por ejemplo con un diario. Se trabaja la redacción, la capacidad de comunicar, se afianzan conocimientos", añade.
Para Majó el verano es más sensorial que material. "El estudio también es descubrimiento, observación, experiencia. Y el verano favorece la actividad, el contacto con la naturaleza, ir al pueblo, vivir experiencias nuevas, cosas desconocidas, practicar todo lo que no se puede hacer durante el curso. El clima favorece que se puedan hacer estas actividades en contacto con la realidad", argumenta. Lo cual tampoco es óbice para que no se trate de poner un cierto orden en todo este aprendizaje. "Sí es importante al final del día sintetizar, recoger lo importante del día. Por ejemplo con un diario. Se trabaja la redacción, la capacidad de comunicar, se afianzan conocimientos", añade.
Casajús es partidario de una pequeña dosis
diaria de trabajo para que los niños "no pierdan el punto de formación
que habían alcanzado durante el curso". Este pedagogo reivindica valores
olvidados, dice, como la cultura del esfuerzo
en aras de optimizar la vuelta a la clase en septiembre. "Es
absolutamente necesario reforzar en verano. Cuando vuelven los niños
después de dos meses se pasan 15 o 20 días repasando lo del año
anterior", sostiene, circunstancia que además cree injusta para quien sí
ha estado repasando. Covadonga Ruiz de Miguel, profesora de la
Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Fundación Europea Sociedad y Educación, añade que este retraso se puede arrastrar ya "todo el curso".
Casajús defiende un estudio más reglado durante el estío. Y, en un
plano ideal, la implicación de los maestros, "como conocedor absoluto de
las mayores diferencias", a la hora de desarrollar el plan veraniego de
trabajo, hecho que según su experiencia no sucede como norma general.
En cualquier caso, "para los que lo hagan bien bastaría con ponerle un
poco de lectura, actividades instrumentales de lengua y matemáticas",
propone.
Tampoco hay que volverse loco. El día
veraniego es muy largo y da para todo. Casajús propone la regla de los
10 minutos para planificar el trabajo. "Hasta tercero de primaria
aguantan una media hora trabajando. A partir de ahí, cada curso serían
diez minutos más hasta los de sexto de primaria que harían una hora",
ejemplifica. En una línea similar se expresa Ruiz de Miguel: "Es un
periodo breve, hablamos de no dedicar más del 10% del día a actividades académicas".
Ruiz de Miguel se encuentra en una posición intermedia entre trabajo
más formal e informal. Pero incide en que "quizá los alumnos más
pequeños los que van a obtener mayores beneficios de seguir unas rutinas
como prácticas diarias con las competencias básicas (operaciones
matemáticas, comprensión lectora...)". Enseguida matiza que "no es
preciso sentarles en una mesa a estudiar todos los días. Se puede
introducir una como una rutina más de la jornada: te levantas,
desayunas, lees un poco, juegas, vas a la piscina, haces una sumas...",
explica.
¿Más brecha en el rendimiento?
Asentar los conocimientos adquiridos a lo largo del año puede ser más
importante aún si se atiende a un estudio de Seth Gershenson sobre cómo
influye el uso del tiempo libre en el rendimiento escolar, publicado en
2013. Sostiene el autor que "las tasas diferenciales de la pérdida de conocimientos durante el verano
contribuyen a la persistencia de la brecha de rendimiento entre
estudiantes de diferentes estatus socioeconómicos", según cita la
profesora Ruiz de Miguel en un artículo reciente publicado en
el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE). Esto es que, en
aquellos alumnos con mayor nivel de renta aprovecharán mejor el verano
–académicamente hablando– que sus compañeros más pobres, de manera que a
la vuelta la estudiada brecha de rendimiento entre alumnos con mejor y
peor estatus socioeconómico como mínimo se mantiene.
Las familias con un nivel social más alto "disponen del tiempo y los
recursos para invertir en el desarrollo de sus hijos (...), son más
propensas a participar en la educación de sus hijos (...) y participan
en las actividades de verano [campamentos, etc.] con mayor frecuencia",
argumentan, hechos que está demostrado influyen positivamente en el
rendimiento de los menores.
El estudio alerta de que
una de las mayores diferencias se observa en las horas dedicadas a ver
la televisión. Los niños de hogares con ingresos bajos ven, según sus
datos, dos horas más de televisión al día,
un periodo que durante el verano equivale a un mes entero de
escolarización. "¿Cómo se podría alentar a padres y niños a emplear ese
tiempo de manera más productiva", se pregunta Ruiz de Miguel.
Para concluir y como recomendación general, los pedagogos destacan que "lo más importante es que el niño no se aburra, que es lo peor que les puede pasar", dice Majó y corrobora Ruiz de Miguel. Y mantener en mente que el verano es la época del año en la que los padres tienen esa oportunidad de implicarse en la educación de sus hijos que las apretadas agendas de la temporada laboral limitan. Aprovecharlo es cosa de mayores...y de pequeños.
Para concluir y como recomendación general, los pedagogos destacan que "lo más importante es que el niño no se aburra, que es lo peor que les puede pasar", dice Majó y corrobora Ruiz de Miguel. Y mantener en mente que el verano es la época del año en la que los padres tienen esa oportunidad de implicarse en la educación de sus hijos que las apretadas agendas de la temporada laboral limitan. Aprovecharlo es cosa de mayores...y de pequeños.
Artículo de Daniel Sánchez Caballero, en eldiario.es
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